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“En la madrugada del 27 de Febrero del 2010 la naturaleza nos sacudió con fuerza y en solo algunos minutos, el pueblo de nuestra infancia se derrumbó. En el suelo quedaron las casas, los sueños infantiles y una historia compartida.
Después en medio del dolor, grandes maquinarias ayudaron a limpiar todo y a traer a este lugar pedazo a pedazo los restos de nuestro Curepto colonial.
Aquí está nuestra historia.
Aquí está el esfuerzo de las generaciones que nos precedieron y que hicieron grande nuestro querido pueblo.
Aquí quedó el adobe que un día formó un hogar y cobijó a una familia, y que ahora devuelto a la tierra haremos renacer y florecer en cada primavera...”.
Así reza el monolito que donamos al pueblo en el lugar donde se almacenaron los escombros de las casas destruidas.
Mi pueblo se cayó a pedazos y pronto comenzó su reconstrucción, nos unimos cureptanos de afuera con otros que viven allá buscando formas de ayudar. Fue así como con un grupo de amigos decidimos formar una agrupación llamada Grupo de Amigos de Curepto por su Reconstrucción, formada principalmente por amistades que vivimos nuestra más feliz adolescencia en esa querida tierra y que queríamos devolver la mano a ese pueblo que nos hizo inmensamente felices.
Primero, ayudamos con bingos, principalmente al hogar de ancianos de la comuna. Un día se me ocurrió “¿por qué no forjar jóvenes que sean líderes positivos? ¿Cómo entregar todos los conocimientos que yo he ganado en el transcurso de mi vida profesional y ponerlos a disposición de los jóvenes?”. Todo esto inspirado en mi maestro Daisaku Ikeda que dice: “El gran escritor chino Lu Xun (1881-1936) dijo que debíamos ser el suelo en el cual pudieran florecer magníficamente los jóvenes cargados de potencial”… Nuestros preciados jóvenes, emisarios del futuro, son mi vida. No hay nada que me enorgullezca más ni que me produzca más alegría que verlos crecer y triunfar, cada uno a su propio modo, de acuerdo con el principio que exalta la floración singular de los cerezos, ciruelos, durazneros y albaricoqueros”.
Fue así como presenté la idea en mi grupo, diciendo: “Yo estudié coaching, creo que es una gran herramienta para la vida, entonces podemos hacer un curso de introducción al coaching, y lo que me interesa es lo siguiente”:
- Forjar personas responsables de sus actos y de su vida, personas líderes que comprendan la importancia de la identidad y del relacionarse con el resto, desde una mirada comunitaria y pacífica.
- Jóvenes que quieran cambiar el mundo a partir de ellos, que basen su accionar en el respeto, la validación del otro como un legítimo otro, en una convivencia pacífica y de cooperación mutua.
- Jóvenes que creen valor en su comunidad local, que aporten al país y sean ciudadanos del mundo.
Al comienzo mis compañeras (básicamente somos 3 los que lideramos el grupo, 2 abogadas y yo) me dijeron que perdía el tiempo, ya que “los cabros de Curepto son flojos, les gusta que les den todo hecho y andan entre el alcohol, el carrete y la marihuana”. Yo me resistía a esa diagnóstico tan devastador de los jóvenes; porque desde mi práctica budista yo sé que todos tenemos el potencial de ser iluminados y sé que los jóvenes son las joyas que tenemos para desarrollar nuestro futuro. Bueno, entre esa dudas, yo estaba determinado a comenzar con el curso, pedí que reclutaran interesados, partí un sábado desde Santiago a las 06.00 de la mañana para estar a las 10.00 sentado en un restaurante (“Donde Quelito”, uno de nuestros socios) y ese día no apareció nadie. Me dieron la idea de ir a la radio del pueblo para invitar a los jóvenes y volver el próximo fin de semana. Y así fue, volví al próximo sábado y pudimos concretar 10 estudiantes. Así comenzamos en mayo 2011, mes en que recibí mi Gohonzon.
Invitamos a los jóvenes a un curso donde:
“El liderazgo es un arte de ejecución, no un conjunto de conceptos y procedimientos”. “Es aprender liderando no aprender por concepto.”
No queríamos un curso teórico de cómo liderar sino que lideraran. Así el curso lo hicimos un sábado al mes, de 09:00 a 16:00, durante 10 meses. Comenzamos en mayo de 2011 y el 27 de Febrero del 2012 se graduó la primera promoción.
Siempre recordaba al presidente Ikeda cuando dice que uno es el responsable de que los miembros asistan a las reuniones, y que él hasta última hora estaba llamando por teléfono para asegurar que los miembros llegasen. Yo hice lo mismo con mis jóvenes, a veces partía a buscarlos al campo cuando no podían llegar a la hora, o les pedía a los demás que me manejaran la camioneta para ir a buscarlos. Fue increíble, imagínense jóvenes que en vez de carretear el día sábado estaban a las 09 de la mañana puntuales. Recuerdo a una niña, Adriana, que viajaba desde su casa 20 minutos para llegar a un paradero y luego 20 minutos en bus para llegar a la clase. Recuerdo que una vez me dijeron “Profe Ud. viene de Santiago y está siempre 15 minutos antes, cómo no vamos a llegar nosotros a la hora”. Ahí me di cuenta de la influencia que tenemos los mayores sobre los jóvenes y como podemos influir positivamente sobre ellos.
Durante el año hicimos varias actividades, muchas dinámicas, incluso montamos la exposición Semillas de la Esperanza cuando yo la llevaba para presentarla en la Universidad de Concepción. Ese sábado me tocaba clases con ellos, así que pudimos armarla, recorrerla y reflexionarla.
En el Grupo pensamos que las clases no sólo deberían ser en Curepto sino que al menos debíamos premiarlos una vez con una ida a la playa, así que fuimos a Duao y allí regaloneamos a nuestros jóvenes con un buen taller cognitivo corporal, un rico almuerzo y un compartir en la playa.